T E S T A M E N T O - por: Aldo
Scarpa
Somos cinco hermanos.
Nuestro padre fue preso por
primera en 1968, posteriormente destituido.
De muy niño recuerdo los
allanamientos en el apartamento de la calle Prato y luego abajo, en la que hoy
es aún nuestra casa.
Recuerdo también, durante la
dictadura la llegada nocturna a casa de los hermanos Trejo, de Cachito o de
Mario (en esos tiempos “Darío”), del “viejo” Capobianco, más adelante de Raúl
Larraya, planificaban y realizaban “crímenes monstruosos”, como volanteadas y
pintadas denunciando al fascismo o a los asesinos de Álvaro, de Nibia y…
En 1975 mi padre se fue de
casa, pasó a la clandestinidad. Lo veíamos algún domingo en la casa de la
abuela “china” en Acevedo Díaz, o en otras oportunidades en AEBU.
Si los domingos siempre tienen
ese dejo de melancolía, por alguna razón aquellos eran particularmente tristes.
Hasta el 27 de agosto de 1984
Mariana y Pablo, los dos más chicos, no conocieron a su padre en casa.
A mediados de 1977 mi padre fue
secuestrado y desaparecido. Tres meses de tortura. Al mismo tiempo fueron detenidas por algunos
días mi madre y la tía Renée, hermana de mi padre. Mi madre fue violada,
producto de lo cual debió realizarse un aborto.
Durante aquellos días permanecimos los cinco en la casa de Prato, con la
tía Zunel, nuestros cuatro primos de nuestras edades y la “China”.
Luego transcurrieron más de
siete años de visitas a los cuarteles y al Penal de Libertad. Preparar la bolsa con el nombre y el número
la noche anterior, rallar el jabón, levantarse de noche (a las 5 de la mañana),
faltar a la escuela ese día, viajar en los peores ómnibus de “CITA”, el sueño y
los vómitos en el viaje.
Llegar, recorrer largos caminos
hasta los galpones cargando las bolsas de plastillera y los bolsos, congelados
en invierno, agobiados por el calor en el verano. A la vera del camino en sus canchas, los
“milicos” jugando sus partidos de fútbol.
Luego someterse a las revisaciones; los varones mayores de 13 años por
una puerta, las mujeres y los niños haciendo fila en la otra puerta.
Las largas e interminables
esperas para entrar a la visita. En la
sala de espera el gentío, el murmullo, los niños…y la “vieja Amanda” rezongando
a un chiquito: “¿Y Ud. de que se ríe?” “¡Es muy chico para reírse!”. Mientras, sentados nos reíamos con mi madre
mirando como tres “miliquitos” con escobas gastaban su tiempo barriendo al
mismo tiempo un espacio de dos x dos, al tiempo que unos “señoritos” con shorts
y zoquetes blancos y sus raquetas, volvían de hacer sus deportes.
Mi madre hacía limpiezas. A
fines de los años 70, la posibilidad de quedarse en la calle ante la
perspectiva del desalojo y el lanzamiento.
En tanto, yo vivía y crecía
asumiendo que no tener padre en casa iba a ser algo definitivo. Nuestro pueblo cambió mi forma de ver la vida
y, en definitiva, mi vida misma. Me
enseñó que tales circunstancias no eran una fatalidad.
Después de jugar al fútbol toda
la mañana y buena parte de la tarde, después de bañarme y permanecer inmóvil
frente al televisor en blanco y negro, el último domingo de noviembre de 1980,
a los 12 años, mi pueblo me lo enseñó.
Alguien podrá pensar que todo
esto fue muy doloroso y duro. Por cierto,
lo fue, y lo es. Pero hay compañeritos,
“hermanitos”, para los cuales fue mucho peor. ¡Siempre estamos y estaremos con
ellos!
¡Esta fue la "obra patriótica" de los "viejitos octogenarios"!
¡Criminales de guerra en un pais que no estaba en guerra!
¡ Criminales de un pueblo indefenso, asesinos de la infancia de niños!
Y, a pesar de todo, es nuestro
el orgullo, gracias a la valentía de nuestras madres y padres, de haber estado
en la primera línea de la lucha contra el fascismo y por la democracia.
No se trató de una dictadura
“cívico militar”, ¡fue otra cosa!, mucho más profunda y peligrosa.
Así como tampoco el partido que
dirige el señor Manini Ríos es un “Partido Militar”. No es un problema de los militares, ni lo
solucionamos con un antimilitarismo vulgar e infantil.
No se trata de adjetivar
gratuitamente. Nada más lejos de mí que las bravuconadas. Se trata sí de algo profundo, de “pensar sin
miedo” (diría el amado Patxi) para evitar que el pasado vuelva a ser nuestro
presente. Hitler utilizó la demagogia
típica del fascismo denominando a su partido “Nacional Socialista”. Sus émulos uruguayos, ultrajando a Artigas y
su revolución, hacen lo mismo al llamar a su partido “Cabildo Abierto”.
Se trata otra vez del fascismo,
porque, como decía el gran dramaturgo alemán: “La perra está otra vez en celo”
Y, como enseña la historia, hacer concesiones al fascismo es el peor de los
errores. Y, como también ha enseñado
dolorosamente la historia, cuanto antes se detecta y denuncia al fascismo,
cuanto antes se crea conciencia popular sobre el mismo, se crean mejores
condiciones para derrotarlo. Esta es
nuestra tarea. Precisamente, para que:
“NUNCA MÁS TERRORISMO DE ESTADO”
PD:
Tenemos otro
combate por delante: defender las palabras.
Sin usarlas correctamente, no se puede pensar correctamente.
Hay que evitar el bastardeo de las palabras y, en primer lugar, de una
“palabra sagrada”: AMOR. Hay Hay que evitar que se manoseé, que se las
utilice para poses, para las vidas de plástico.
Nadie añora el descanso, si no es porque se realizó el esfuerzo.
Nadie desea la luz, si no es porque conoció la oscuridad.
Nadie ama de verdad la justicia, si no odia la injusticia.
Pero, nadie ama de verdad a las víctimas de la injusticia,
si no odia a los victimarios, a los agentes de la injusticia.
No hay razón alguna para odiar a los adversarios.
¿Pero que hacer con criminales genocidas, con semejante degradación humana?
“El final no
tiene fin.
´
Ni
tuvo inicio el comienzo.
Yo vivo siempre en camino.
Así mucho quiero y pienso.
Los amores que contengo son tantos, tantos y tantos.
Los amores que contengo por ellos canto." (Daniel Viglietti)
"POR ELLOS VIVO" - ALDO SCARPA
Montevideo, 20 de abril de 2020