¿El pueblo es el culpable? Por ALDO SCARPA - enero 2020
Recuerdo que hace más de un cuarto de siglo estudiando, relevando fuentes no trabajadas, escribiendo sobre la historia de Cuba, la revolución, la repercusión de la misma en la prensa nacional, tome conocimiento de que en la isla se consideraba vago al guajiro. ¿increíble verdad? Pero no tanto, los conquistadores consideraban apáticos, haraganes, a los pueblos originarios y, más tarde, difundieron las mismas ideas sobre los negros traídos forzosamente como esclavos desde el África. La misma “verdad” impusieron sobre el gaucho. Esto no tiene nada de extraño ni novedoso. Se trata de algo que las clases dirigentes saben hacer muy bien y sobre lo que la izquierda actual debe aprender y ocuparse, que no se resuelve con “viveza” y con “calle”: la construcción hegemónica, dirigir. ¿Puede la izquierda dirigir a un pueblo que subestima, que no respeta? ¿Qué sentido tiene, al no ser para dominarlo, representar a alguien o a un pueblo que se desprecia? La sarta de vulgaridades al tipo de: “el pueblo uruguayo es un pueblo conservador”; “el uruguayo es un “pueblo cornudo””; “para el uruguayo el año comienza cuando se baja el último ciclista”, no son más que la repetición del “sentido común” creado y difundido como “verdad” revelada e indiscutible por las clases dirigentes; de eso se trata, precisamente dirigir, ejercer la función hegemónica. Lo grave es que quien pretende dirigir a un pueblo en su lucha por transformar la realidad, las repita. ¿Cómo dirigir la lucha de un pueblo por su liberación repitiendo como loros las “verdades” de quienes lo dominan? Se trata del “sentido común”, del ”conocimiento vulgar” (en el cual, por supuesto, es posible que haya un núcleo de “buen sentido”). Son las “verdades” del parroquiano acodado en el mostrador del boliche, o la “doña”, hablando con la vecina, apoyada en su escoba. Pero lo impresentable, lo inaceptable, es que lo repitan hombres de “avanzada”, pretendidos dirigentes.
El 27 de octubre y el 24 de noviembre el FA sufrió la peor derrota política desde su creación, fue una “crónica de una muerte anunciada”. ¿Es el pueblo uruguayo el responsable? Es raro de ver que un ejército alcance la victoria o, por lo menos sortee con éxito semejante escollo con un “estado mayor” desorientado, desconcertado, que hace tiempo dejó de ejercer su responsabilidad: dirigir realmente. Sin embargo, una vez más el pueblo
uruguayo nos dio una lección y superó con éxito el escollo, a pesar de los desaciertos, desvíos, divisiones, inconsecuencias, soberbia de su “estado mayor”.
No fue sino el pueblo uruguayo el que el 27 de octubre nos mantuvo como la primera fuerza política del país y la mayor bancada parlamentaria con un 40% de los votos emitidos y nos dejó a pocos puntos porcentuales de convertirnos nuevamente en cinco años, en la mayoría absoluta del país. Más aún, el 24 de noviembre nuestro pueblo nos volvió a sorprender, nos volvió a enseñar (el “educador” también debe ser educado), y, en este caso, casi nos da la victoria y nos puso a nada de obtener la mayoría absoluta en el 2024. Claro está, depende de nosotros mismos, depende de que el “estado mayor” restituya la humildad, restituya la coherencia, los principios y los valores éticos, que no se deje tentar por atajos que en el mejor de los casos nos ofrecen victorias pírricas. Depende de un debate autocrítico, humilde y realmente unitario.
Pero nuestro pueblo obtuvo otras victorias. Impidió que se retrocediera y mantuvo en pie todos los derechos conquistados, “la agenda de derechos”, los valores de solidaridad, libertad, contra la represión, contra la discriminación racial y nacional, la igualdad de género, la diversidad, etc. Mantuvo la “ley de salud reproductiva” (a pesar de la indebida actitud del compañero Tabaré con todo el peso moral y político que significa); derrotó la ley “a la baja”, en las urnas; el intento de derogar la ley “Trans” y el engendro de “vivir sin miedo”. Es decir, una posición avanzada, democrática y progresista en todo el frente de lucha. ¿El pueblo uruguayo es un “pueblo conservador”? ¿Comparado con qué pueblo? ¡Qué soberbia!
No faltan, quienes han dicho: “Si, pero el voto para “vivir sin miedo” sobrepasó el 40%. ¿Y qué esperaban? Me hacen acordar a un profesor del IPA que comentando sobre el plebiscito de 1980 sostenía: “pero el “SI” obtuvo un porcentaje muy alto”, obviamente sin poner un solo ejemplo en el mundo de un pueblo que haya protagonizado una gesta semejante. Es no entender nada de los tiempos de la evolución histórica, de los tiempos de la lucha y la transformación social que no son los tiempos de la vida de una persona, ¡no entienden nada de la dureza social, política e ideológica de la lucha de clases! ¿Qué esperaban después de siete años de fascismo y con la
absoluta prohibición de propagandear el “NO”? ¿Y qué esperaban después de años de una impresionante campaña en casi todos los grandes medios de comunicación sembrando el clima de caos, miedo, inseguridad? Lo increíble, lo admirable de nuestro pueblo, es que en ambos casos haya triunfado el NO.
Por último, alguien podrá preguntar: ¿pero qué ocurrió con la Ley de Caducidad? No vamos a ocultar el bulto, vanos a detenernos en la Ley de Caducidad. Aquí también el comportamiento de nuestro pueblo es ejemplar. Nunca hubo en nuestro país posibilidades para el surgimiento de organizaciones de masas que defendieran los crímenes del fascismo. El pueblo uruguayo también en este asunto volvió a protagonizar un acto probablemente único: por su propia voluntad obligó a que se pronunciara democráticamente el pueblo todo. El pronunciamiento popular (no por una gran mayoría no dio la victoria al “voto verde”, sin embargo, el mismo ganó en Montevideo con lo que eso significa y las consecuencias inmediatas posteriores: ¡treinta años de gobiernos frenteamplistas!). Pero este resultado electoral no fue a favor de la impunidad sino en defensa de la democracia. Los sectores democráticos de los partidos tradicionales (que en aquellos tiempos expresaban a la mayoría de la ciudadanía), no defendieron sólidamente la impunidad, sino que crearon la farsa de que si se derogaba la Ley de Impunidad podría producirse una crisis institucional y un levantamiento militar. ¿Ingenuidad del pueblo? Lean y escuchen cuantos analistas y politólogos repiten aún hoy como veraz esta farsa.
Dos confirmaciones populares de lo que se afirma aquí. El lunes 19 de diciembre de 1988 a las 14 horas, momento en que se “ratificaron las firmas” y se obligó a convocar a un plebiscito, fue una de las explosiones populares y exteriorización de alegría más contundente del pueblo uruguayo. El 16 de abril 1989, cerca de la medianoche, cuando se confirmó la derrota del “voto verde” el Uruguay parecía un cementerio y el silencio fue atronador.
Pero, como al decir del maestro, en la historia las cosas suelen ocurrir dos veces, primero como tragedia y después como parodia, así ocurrió también en esta cuestión. Durante el primer gobierno del FA, después que el Congreso de diciembre de la fuerza política había definido
democráticamente en su órgano superior no derogar la Ley de Impunidad en ese momento, el gobierno y el movimiento popular alcanzaban avances en la materia que esperamos durante dos décadas. Sin embargo, a través de la comisión de DDHH del PIT-CNT se convoca a juntar firmas para un nuevo plebiscito. Algunos sectores y partidos del FA apoyaron, en tanto, por lo menos, las dos fuerzas mayoritarias de la fuerza política (que probablemente representaban el 50% de la misma), y el mismísimo compañero Presidente no estuvieron de acuerdo con la convocatoria. En lugar de construir los consensos necesarios, se apuró el paso. El “educador” que había educado al pueblo durante más de medio siglo en la cultura de la unidad y el consenso actuó en contra de sí mismo, el pueblo quedó a la deriva entre desavenencias y discusiones durante aproximadamente dos años, a pesar de ello el pueblo casi logra derogar la Ley. El pueblo, una vez más, no votó por la impunidad, sino que se explique como durante el primer gobierno del FA los sondeos de opinión pública marcaban el apoyo a la política de DDHH como uno de los más altos, en una administración que culminó su período con un alto nivel de apoyo. Se trató de la primacía en el “estado mayor” de una concepción estratégico-táctica errónea y que ya había sido superada por la madurez política de nuestro pueblo. Un grave error político que generó desacumulación en el movimiento popular y la izquierda, sólo comparable en la historia reciente en las expresiones de lucha armada en los años sesenta, una concepción estratégico-táctica que tiene la virtud de convertir victorias populares en derrota. Es decir, no tenemos derecho de cargar sobre nuestros pueblos las responsabilidades de su estado mayor. No tenemos excusa, la humildad y la inteligencia nos exige la admiración y el reconocimiento a nuestro pueblo. El orgullo de ser hijos de él.
¡Salud amado pueblo! Intentaremos estar a tu altura.
sábado, 25 de enero de 2020
miércoles, 15 de enero de 2020
FRENTE AMPLIO una necesaria, ineludible y profunda autocrítica - Aldo - 01/2020
FRENTE AMPLIO
una necesaria, ineludible y profunda autocrítica.
Aldo Scarpa - enero del 2020
Ser de izquierda no significa necesariamente
tomar determinadas medidas, en cualquier momento y más allá de las condiciones
históricas concretas. Ser de izquierda
es algo mucho más profundo y complejo.
Por ejemplo, a principio del siglo XIX los gobiernos de José Batlle y
Ordoñez llevaron adelante toda una política que implicó transformaciones
democráticas y avanzadas para su época y el contexto del continente y del país;
sin embargo, esta política no tenía un contenido revolucionario sino, por el
contrario, se proponía evitar la agudización de la lucha de clase y toda
perspectiva de una revolución obrera y popular.
Los bolcheviques, en cambio, tras la victoria en la guerra civil dejaron
de lado el “comunismo de guerra” (para algunas miradas infantiles y
superficiales el camino directo, la antesala del socialismo), para pasar a otra
política económica que incluía entre otras medidas posibles inversiones
extranjeras y empresas mixtas, la propiedad privada y el intercambio mercantil
en el campo sobre la base política de la dirección de las fuerzas
revolucionarias y la alianza obrera-campesina.
Y esto lo hacían, precisamente, para consolidar la revolución y avanzar al socialismo.
Así, el problema no es tanto las medidas
aplicadas sino el cómo, quienes y con que perspectiva se llevan adelante. Es
decir, la cuestión a resolver para realizar una transformación social profunda,
o sea para alcanzar los objetivos de toda izquierda, es la hegemonía sobre la
cual establecer un nuevo consenso ético-político. Pero, el problema de la hegemonía no es, como
lo han intentado transformar todos aquellos que han abandonado cualquier
objetivo de transformación social profunda y real, un asunto abstracto,
“cultural”, propio de disquisiciones intelectuales y bien alejado del rudo
conflicto y la lucha social real. No,
es un problema político-práctico, un ingrediente inescindible de la lucha de
clase o, mejor dicho, la cuestión en la cual se define el devenir de ésta. Entonces, podemos afirmar que el objetivo de
la izquierda ha de ser hacer avanzar incesantemente el proceso de desalienación
de la política como actividad particular de las clases
dominantes minoritarias y de sus elites de “profesionales”, para devolverle su
carácter esencialmente humano, propia de las masas populares, de los
pueblos. La izquierda debe provocar el
proceso por el cual la política deviene actividad cotidiana de los pueblos a
través de la elevación de los niveles de organización, conciencia y cultural de
las mismas. Tenemos la sana costumbre
de recordar con cierta frecuencia al cro. Seregni, sería bueno tener presente
que cuando el proceso de formación del FA y el surgimiento de los Comités de
Base, Seregni decía algo así como que los mismos expresaban el retorno del
pueblo a la acción política permanente. Entendemos nosotros, no como fuerza de
trabajo organizada para sacarnos de apuro, sino como expresión de un nuevo tipo
de democracia y concepción política radicalmente opuesta a la política
“tradicional”.
Entonces, si el FA es el producto de un duro
y complejo proceso de construcción de la fuerza social y política para la
transformación del país, si su base social es la alianza de la clase obrera y
las capas medias, el movimiento estudiantil, la intelectualidad, la cultura,
los pequeños y medianos productores de la ciudad y el campo, etc.; ¿es posible
avanzar y que el FA sobreviva como fuerza transformadora si descuida o, peor
aún, si provoca el resquebrajamiento de este nuevo consenso político-social, de
su base social? Con el FA en el gobierno, ¿era imposible
evitar que esto ocurriera? Si la
respuesta es afirmativa la conclusión es evidente: la transformación político
social del país es imposible. De lo
contrario, estamos ante la necesidad de un sesudo análisis de lo ocurrido y de
un profundo y colectivo debate autocrítico, honesto, valiente, sin concesiones,
no contra la unidad sino, precisamente, para salvarla.
La creación de este movimiento
social-político-cultural a partir de la construcción y unidad del movimiento popular
y la fuerza política es el “hecho filosófico” (en el sentido más genuino de la
palabra), más importante en la historia de nuestro país desde la revolución
artiguista, un aporte teórico y político sustancial para los pueblos hermanos
y, sin exagerar, para los pueblos del mundo.
Pero,
este “filósofo colectivo” debe aprender a pensar con sus propios conceptos y
hablar con su propio lenguaje que debe expresar su nueva concepción del mundo,
de la sociedad, del ser humano. Sí, sobre la experiencia consciente y
organizada de las masas, estos instrumentos mentales no se crean y verbalizan,
se practican, es imposible transformar la realidad porque no se opone otra
“verdad” a la hegemonía dominante y su “sentido común”, no se crea una nueva
hegemonía.
Fuimos una enorme y maravillosa usina de
elaboración teórica y provocadores de la confluencia de diversas ideologías
avanzadas, democráticas, revolucionarias, que configuraron un consenso
ideológico capaz de transformarse en “arma espiritual” del “arma material”
corporizada en el movimiento popular y la fuerza política (aún contamos con los
frutos, las reservas, de aquella concepción política, ¿hasta cuándo?). Pero, hace tiempo, particularmente, en estos
últimos quince años, que esta actividad político-práctica fue erradicándose de
nuestro accionar. El nuevo “filósofo
colectivo” en lugar de transformarlo en el sostén e inspirador de una nueva
intelectualidad y una nueva academia, devino reflejo cuasi pasivo de la
concepción política “tradicional”, más o menos maquillada (sin excluir
esporádicas expresiones radicalizadas y superficiales), sustentada y
fundamentada en los dogmas liberales.
Una vez más, se nos antoja nada despreciable
recordar el comentario de aquella “águila”, “la gran Rosa”, en una nota de “la
acumulación del capital”, donde decía que los compañeros creían que iban a
hacer mover la rueda de la historia (“hacer temblar las raíces de los
árboles”), recorriendo los pasillos del Reichstag y se quejaba, ¡cuánto hace
que los compañeros no leen un buen libro de teoría! Y esto no refleja una tendencia a
inclinaciones teoricistas sino, todo lo contrario, es una exigencia
insoslayable de toda verdadera transformación social, de toda revolución.
¿Los compañeros creen que la corrupción es
un problema ético-individual? No; es un
problema político e ideológico. No
existe una ética en la sociedad. Existe
una ética predominante que expresa los intereses y la ideología de la clase
dominante. Las clases subalternas deben
elaborar su propia ética a partir de la toma de conciencia de sus intereses y,
en consecuencia, de la elaboración de su propia e independiente concepción de
sociedad y del ser humano, de su propia ideología. Por ejemplo, en “La Política” un genio de la
humanidad como Aristóteles explicaba la esclavitud; un esclavo consciente la
condenaría y la consideraría irracional, injusta y antiética.
Y esta ausencia de elementos ideológicos y
teóricos en el “estado mayor” de un ejército en pleno combate se vuelve
particularmente grave y peligrosa cuando esta fuerza política llega al gobierno
de un estado que no es un estado popular, sino un estado burgués, núcleo duro
de la superestructura de la sociedad capitalista, hegemonía y blindaje
coercitivo al mismo tiempo. Los pensadores
y dirigentes revolucionarios más destacados (y la propia experiencia de las
masas populares y las organizaciones que luchan por el cambio social),
advierten y enseñan sobre los miles de vínculos y coartadas a través de los
cuales el estado burgués puede comprar, corromper y persuadir a los dirigentes
y gobernantes populares. Mucho más
cuando se transita la deseada vía democrática, por la cual, en períodos
prolongados se transitan caminos en los cuales la fractura social y el
conflicto se presenta vedado al ojo inexperto o desideologizado. Los dirigentes populares sólo tienen dos
antídotos contra estos riesgos; las más sanas de las coerciones en tanto son
conscientes y, en ese sentido, no expresión de opresión y servilismo, sino de
la única y verdadera libertad: 1) el conocimiento teórico y la formación y
firmeza ideológica con los valores éticos correspondientes; 2) el apoyo y el
control del colectivo militante y organizado con poder de resolución y
sanción. Desgraciadamente, en nuestro
caso ambos notoriamente debilitados.
Se ha dado en llamar al Partido Colorado y
al Nacional, partidos “tradicionales” o “fundacionales” y, sintomáticamente en
general a los partidos de izquierda “partidos de ideas”. Esto no quiere decir, por cierto, que
aquellos no tengan ideología. ¡Vaya si
la tienen! Pero, la misma es consciente
para los sectores dominantes y sus “intelectuales”, a nivel de masas la misma
debe devenir “fuerza espiritual” de manera difusa, no sistemática, inconsciente,
como dogma, prejuicios y sentido común.
Para la izquierda, por el contrario, si se propone seriamente tener
éxito en sus objetivos la nueva concepción político-social debe ser necesariamente
consciente, sistemática, provocar el juicio crítico, concepción del mundo no
espontánea y mecánica, elaborada conscientemente, producto de una nueva forma
de vivir y organizarse de nuevo “filósofo colectivo”. En el primer caso, la clase dominante
consolida su hegemonía perpetuando las relaciones sociales burguesas, su
consenso-político y las viejas prácticas políticas que garantizan su dominio.
¿Qué ocurriría si la izquierda se mimetiza,
se transforma en un reflejo más de las concepciones teóricas-ideológicas y de
las prácticas políticas de las clases dominantes? ¿Qué ocurrirá si la izquierda no es
portadora de una concepción del mundo y una práctica política absolutamente
nueva, portadora de una “buena nueva”?
Algunas de las posibles consecuencias pueden ser (¿o son?):
1) Su concepción del mundo subalterna
pero cargada de porvenir en la voluntad y la conciencia de las masas se tornará
difusa, dispersa, reseca como la política de la clase dominante y,
consecuentemente, se apagará el entusiasmo y la esperanza que suscitó en las
masas populares.
2) El programa de cambios profundos
devendrá hojas secas, letra muerta y quedará a merced de dirigentes y
gobernantes. La polémica afirmación del
compañero Daniel Martínez sobre el programa en la campaña electoral, sería
irresponsable, superficial e incluso injusto considerarla un “desliz personal”.
Es el producto “natural” de un proceso
político.
3) El desarrollo de una erosión
progresiva del “filósofo colectivo”, del nuevo consenso ético-político, de las
relaciones entre la fuerza política y su
gobierno y el movimiento popular, de la alianza social que es el sujeto de la
transformación.
4) Estos quince años han presentado un
fenómeno realmente nuevo en el país y preocupante. La aparición a nivel juvenil de expresiones
de apatía política, “pasotismo”, que no deberíamos ocultar a nuestros ojos ni
subestimar con la excusa de que se trata del grupo etario que más vota a la
izquierda, sino atender y revertir esta tendencia.
5) Peligroso tránsito de una nueva
política cultural promotora de una transformación profunda en este ámbito
(ingrediente insoslayable de todo cambio social), al oportunismo cultural
expresado en la vieja “cultura de masas”.
“¡Es lo que la gente quiere, lo que consume!” (olvidan que el productor
también produce al consumidor).
6) Tránsito de la comprensión política
madura de la conveniencia y potencialidad de la vida democrática y la lucha
electoral a la politiquería “tradicional” y el electoralismo burgués, que
desacredita y vacía la democracia. Apenas
estamos asumiendo y recuperándonos de una derrota electoral y, al ritmo y la
“agenda” que nos imponen los grandes medios y los “técnicos en política”
mediáticos, hay compañeros que explican la derrota por la supremacía de este o
aquel candidato y no faltan aquellos que ya están “estudiando” y “pensando”
sobre el mejor candidato para el 2024.
7) Cuestionamiento e incomodidad con la
estructura y organización consciente, responsable y disciplinada de los
militantes. Donde antes el FA se
encontraba en su hábitat, como “pez en el agua”, hoy teme naufragar. Los Comités de Base no sólo sirven para
sacarnos de apuro, por ese camino ellos también corren riesgo de extinción y,
con ellos la cultura frenteamplista y con ella el Frente Amplio.
8) Acusaciones a la estructura de base
por falta de representatividad y supuesta partidización (cuando esta estructura
“saca las castañas del fuego”, tales acusaciones se relegan para “mejores
momentos”). Tales males se remedian con
la “adhesión simultánea” que es la peor de las partidizaciones y genera una
representatividad ficticia, irreal, de tipo puramente liberal en una
organización que pretende promover una “nueva forma de hacer política”.
9) Se trata de las consecuencias
lógicas de toda una concepción política.
Se pierde toda relación justa entre cantidad y calidad, entre amplitud y
profundidad. Ya no estamos en un
proceso de acumulación de fuerzas, sino en un proceso mecánico de
“engorde”. Pero hoy se “engorda” sin asimilar
y mañana se “adelgaza”. Se puede caer en
el peor de los oportunismos: una fuerza política en que se hace difuso el
“adentro” y el “afuera” y una dirección que no se atreve a dirigir.
10) En cambio, se hacen cada vez más
comunes fenómenos como el arribismo, la burocratización, el caudillismo, la
corrupción (incluso poniendo en riesgo batallas políticos-electorales, en
ocasiones por la lucha personal ajena a toda concepción ideológica y
estratégico táctico, que cada vez se asemejan más a la “política tradicional”).
11) El Frente Amplio nació con un
mensaje de unidad y ética política y electoral: “un solo programa, un solo
candidato”. Resulta ser que la realidad
superó este valor ético-político, esta cultura de unidad, búsqueda del consenso
y transparencia electoral que hace a la esencia misma del FA. Ahora tenemos menos elaboración
teórica-política y programa más laxo, ¡pero más candidatos! ¿Creemos que el pueblo sólo verá las
inconsecuencias en los partidos tradicionales?
¿Qué se puede prescindir en política de una conducta consecuente y
coherente?
12) La construcción de consenso es un
acto de libertad, de voluntad política.
Argumentar la imposibilidad del consenso porque me lo impone la
“realidad” es negar a la izquierda misma, su esencia transformadora. Es un problema de conciencia y voluntad
política.
13) Los riesgos de degeneración del FA
se expresan, finalmente de manera nítida en la cantidad creciente, asombrosa,
de grupos políticos y listas. ¡Cuándo
menos elaboración, debate ideológico-teórico y estratégico-táctico existe! El “educador” ya no sólo se abstiene de
educar, de dirigir, sino que “deseduca”.
Retrasa el progreso. Una vez más
vale la pena recordar a Seregní cuando indicaba la necesidad de simplificar,
disminuir, la cantidad de partidos, grupos, listas en el FA. Es difícil encontrar otra explicación a este
fenómeno que el ansia de poder y protagonismo personal o la existencia de una
profunda crisis ideológica y política.
Quien asuma estas palabras como un ataque o
un agravio gratuito al FA aún no entendió nada y no ve lo que está ocurriendo
ante sus ojos.
Quien escribe estas palabras es
frenteamplista casi de nacimiento, el FA atraviesa toda su vida y vertebra su
identidad.
Recientemente se iniciaron una serie de
merecidas actividades en homenaje a Germán.
El “Petizo” murió allá por marzo del 93 haciéndonos un llamado político,
una reafirmación de su entrega, de su lucha y fidelidad a los principios: …por
favor no permitamos que nos rompan el Frente Amplio.
lunes, 13 de enero de 2020
¿QUÉ ES CABILDO ABIERTO? por Aldo Scarpa - dic. 2019
¿Qué es
“Cabildo Abierto”? por
Aldo Scarpa – dic. 2019
“Cabildo
Abierto” es un partido fascista. Pero, ¿cuál es la necesidad de esta
definición, su importancia? ¿Es acaso una exquisitez teórica, una inclinación
por las disquisiciones abstractas, intelectuales? No; por el contrario, es una cuestión
urgente, una exigencia política-práctica insoslayable para la izquierda, para
el progresismo, para el democratismo consecuente. Hace ya muchas décadas aprendí que el
fascismo no llega al poder de golpe sino tras una escalada regresiva, más o
menos larga, en la cual se van produciendo los reajustes reaccionarios de toda
la vida social; en lo político, en lo cultural, a nivel jurídico, etc. Y también aprendí que cuanto antes se detecta
el fascismo, cuanto antes se le denuncia, se crea conciencia social sobre su
presencia y significado y se aplica una política acertada y consecuente para
combatirlo y derrotarlo más fácil es evitar su ascenso.
Pero, cuando
decimos fascismo debemos cuidarnos de vulgarizar su significado, el fascismo no
es un insulto para enrostrar a un adversario circunstancial por una posición
conservadora o reaccionaria sobre una cuestión dada o por ciertas inclinaciones
arbitrarias, autoritarias. No, el
fascismo es otra cosa. ¿Qué es el
fascismo? ¿Qué lugar ocupa en la
historia? Es un sistema político que
surge en una fase dada de la evolución del capitalismo. Es decir, cuando el capital financiero se
convierte en la facción hegemónica de la clase burguesa y el capitalismo
deviene imperialista. Por lo cual, el
fascismo se transforma en un fenómeno inherente, siempre presente en la
sociedad capitalista, ora latente y a la defensiva, ora abierto y a la
ofensiva, en tanto el capitalismo no puede superar ya esta hegemonía y su carácter
imperialista.
Es pura fantasía ingenua creer que las
transformaciones de todo género que se desarrollan en nuestra época afectan en
lo sustancial, en su esencia histórica-concreta los rasgos fundamentales de
esta fase del capitalismo. Es confundir
apariencia y realidad, fenómeno y esencia; incapacidad de comprender la
dialéctica que rige la relación entre estas categorías. Detengámonos un momento en estos rasgos
fundamentales de nuestra época, no a través de la mirada de revolucionarios “ortodoxos e irredimibles”, sino de
actores insospechados de tales pecados.
1.
El proceso de centralización del
capital se profundiza y con él la desigualdad y la pobreza (no como un fenómeno
abstracto, sino histórico-concreto): ocho personas en el mundo tienen la misma
riqueza que la mitad de la población mundial (dos mil quinientas o tres mil
millones de seres humanos), datos recientes de la ONU.
2.
El carácter del capitalismo “parasitario y en descomposición” de la
fase financiera e imperialista detectada por Hilferinig en su estudio sobre el
capital financiero y criticado por Lenin por no dar a la cuestión la
importancia que tenía, por no resaltar la relevancia fundamental de este
fenómeno, que no disminuye sino que se acentúa tal como lo enseñan las
sucesivas crisis del capitalismo hasta llegar hasta la crisis del 2008 sobre la
cual los analistas más optimistas sostienen que se va saliendo lentamente,
mientras los otros afirman que no está para nada claro como se superará la
misma.
3.
Sólo una posición interesada o una
ingenuidad política puede alimentar expectativas en los pueblos sobre la
posible superación del imperialismo y la guerra y el armamentismo que le son consustanciales,
sembrando la falsa esperanza de que bajo el capitalismo pueda triunfar la paz.
Trece conflictos armados, invasiones militares, guerras en menos de treinta
años asolaron y asolan el mundo con la característica de que los mismos no terminan,
sino que continúan, con la novedad de que los grandes medios de comunicación le
dan sus quince minutos de fama a unos y a otros de forma alternativa según la
conveniencia de las potencias imperialistas.
No vayan a creer que son datos de la internacional comunista. No, es lo
que dice la ONU. Ni hablar del
agravamiento de la situación internacional por los crecientes conflictos entre
las potencias y bloques al que asistimos no en 1914, sino en 2019.
El fascismo es
la expresión política del capital financiero cuando este advierte que la
democracia se ha convertido en un estorbo y es necesario despojarse de
ella. Es su poder directo, una dictadura
“abierta y terrorista”, decía
Dimitrov, contra la clase obrera, las clases subalternas, los comunistas, el
marxismo, el movimiento revolucionario, pero que en su expansión ya no se
detiene siquiera ante la democracia, los políticos liberales y lo mejor de la
cultura, el pensamiento, el arte, etc. Cuando el fascismo logra asentar su influencia
a nivel de masas, ella suele tener más éxito sobre elementos de la pequeña
burguesía temerosa y descontenta atraída por la demagogia típica del fascismo y
el reclutamiento de elementos para montar las provocaciones y los crímenes
típicos del fascismo se produce entre el lumpen.
Entonces, el
fascismo no es un fenómeno nuevo en el Uruguay.
Estos sectores estaban en la sombra esperando el momento para volver a
entrar en escena y ese momento ha llegado.
Y la expresión de este momento es “Cabildo Abierto”. Hasta ahora estos sectores se expresaban más
o menos camufladamente a través de los sectores más reaccionarios de los
partidos tradicionales. Lo nuevo, en
nuestro país, es que ahora se han organizado de manera independiente, separada,
como partido fascista. Se han
envalentonado impulsados, por un lado, por evidentes condiciones
internacionales y regionales y, por otro, por factores del proceso político
concreto de nuestro país que debemos analizar cuidadosamente. Quizás un elemento positivo de este fenómeno
de cara a la lucha que se avecina para derrotar o disminuir este tumor en el
cuerpo de la sociedad uruguaya, sea comprobar en que medida este movimiento ha
depurado a los partidos tradicionales de sus elementos más reaccionarios
permaneciendo en su seno las tendencias liberales y democráticas. Por otra parte, debemos estar alertas y
aguzar nuestra inteligencia para no cometer errores estratégicos y
tácticos. Sin olvidar que siguen siendo
una minoría absoluta en nuestro país.
¿Por qué
decimos que “Cabildo Abierto” es un partido fascista?
En primer lugar, porque se inscribe en la
estrategia del capital financiero norteamericano y el gobierno de Trump. Y sería una candidez, por lo menos
inaceptable, sostener que aliada a ella no está la oligarquía financiera
criolla.
En segundo
lugar, porque “Cabildo Abierto”, es la pata de extrema derecha en Uruguay de la
contraofensiva iniciada por el imperialismo yanqui en nuestro continente contra
la izquierda, el progresismo y la democracia.
Paraguay, Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia… ¿Uruguay? Contraofensiva como en los años 60 y 70,
¿casualidad o necesidad histórica del sistema capitalista? Dicen que el ser humano es el único animal
que tropieza dos veces con la misma piedra, ¿cuántas veces tropezarán algunos
compañeros de izquierda que vacilaron en estos años mientras se les iban
tendiendo celadas a nuestros hermanos? Que no nos suceda lo que nos advertía
Brecht, cuando nos toque a nosotros que no “sea
tarde”. Cuando se desclasifiquen los
documentos de la CIA quizás nos avergonzaremos de aquellas vacilaciones.
La demagogia
típica del fascismo está presente desde un inicio. Al igual que Hitler que denominó
nacional-socialista a su partido, iguales siniestros personajes nativos
denominan a su partido “Cabildo Abierto”, prestigiosos instrumentos políticos
que se asocian a la gesta revolucionaria artiguista, al sistema democrático y al
protagonismo de las clases subalternas (desde el indio Andresito hasta el
“pardo” Encarnación Benítez), acontecimientos, gobiernos y clases sociales que
deploran estos fascistas criollos.
Que la retirada de “Reina de la Teja” de 1991,
en tiempos de dura derrota internacional, limpie y salvaguarde el nombre de
estos hitos maravillosos de nuestra historia:
“Si hay Cabildo Abierto todo el pueblo anda
despierto remodelar la ilusión la batea se levanta se duplica y agiganta pueblo
y Reina es carnaval y amor”.
Demagogia
fascista es el discurso de Manini Ríos la noche del 27 de octubre, cuando apela
a los “débiles”, a su protección y cuidado estableciendo una relación paternalista
y de dependencia personal. Pero,
¿quiénes son los débiles?, una masa amorfa, una abstracción. Aquí no aparecen las clases sociales, los
sectores subalternos capaces de organizarse independientemente y elevar su
nivel de conciencia con pretensión hegemónica.
Por el contrario, las organizaciones de los trabajadores, los
estudiantes, la cultura, los movimientos reivindicativos, los verdaderos “débiles”
bajo el capitalismo, serán reprimidos por “Cabildo Abierto”, como lo fueron en
el pasado reciente. Esta demagogia combina
perfectamente con el objetivo del fascismo de volver a verticalizar
artificialmente las contradicciones sociales, evitando la horizontalización
real de las mismas que facilita la toma de conciencia de las clases sociales
oprimidas.
¿Qué
significa la “verticalización artificial
de la sociedad”? Es la política de
las clases dominantes destinada a imponer en la conciencia popular
contradicciones falsas, artificiales, que impiden a la clase obrera y a las
capas subalternas asumir una posición de clase, un punto de vista independiente
y, en consecuencia, una acción independiente ante las contradicciones reales
que dividen a la sociedad y que evite ser arrastradas por los intereses y
objetivos de las clases dominantes sino, precisamente, en contra de estos. Se trata de dejar inermes a los trabajadores
y a los pueblos, incapacitados para comprender el carácter artificial de tales
contradicciones y, consecuentemente, en condiciones de subordinarse a la
política de la clase hegemónica. Ésta al
imponer la falsa contradicción, la “verticalización
artificial de la sociedad”, logra encolumnar tras de sí a sectores de
trabajadores, a las capas medias, etc. La clase capitalista consigue así dividir y
enfrentar entre sí a los sectores populares por “abajo” mientras consolida su hegemonía “arriba”.
Un ejemplo
clásico lo encontramos en la situación de Alemania e Italia tras la primera
guerra mundial. Las potencias
capitalistas vencedoras impusieron a ambas potencias derrotadas, Tratado de
Versalles mediante, condiciones humillantes y antipacifistas. Una venganza imperialista que ya llevaba en
sus entrañas la futura guerra. Hitler y
Mussolini supieron aprovechar al máximo la política antidemocrática de los
vencedores de la guerra, convirtiéndola en un arma invalorable para, mediante
la demagogia propia del fascismo, ganar a sus pueblos y subordinarlos a su estrategia
fascista, guerrerista y revanchista. El
nazi-fascismo consiguió así “verticalizar
artificialmente” las contradicciones sociales: la contradicción ya no
consistía en los intereses y la lucha de la clase obrera y los pueblos alemán e
italiano contra sus oligarquías financieras que, en defensa de sus intereses de
clase, lo llevaron a la guerra, a la muerte, a masacrase contra otros pueblos;
sino que se subordinaron a los intereses y a la política de la clase dominante,
ahora la contradicción consistía en vengar la humillación impuesta a la
“patria”, a la “gran nación” alemana e italiana. Objetivo que unía verticalmente a toda la
sociedad tras la dirección del capital financiero embarcado en una segunda
guerra por la revancha en torno al “reparto
del mundo”. Como veremos, es típico
del fascismo en su política de subordinación irracional de la sociedad, imponer
en el imaginario colectivo la falsa contradicción caos-orden.
Detengámonos
nuevamente en la corta pero aleccionadora locución de Manini Ríos el 27 de
octubre. Los valores conservadores y
las ideas reaccionarias a las que son particularmente proclives los fascistas
vertebran la oratoria y son bien contextualizadas por el tono de voz, los
gestos y la postura física. Tal el caso
de la apelación a la idea de “orden y
progreso” y la recurrente y sistemática cuestión de la seguridad. La falta del necesario orden conduce al descaecimiento
de los “valores” y las “tradiciones”, lo cual hace
imprescindible la seguridad que nos previene de los supuestos ataques de los “enemigos”. El agitar e insistir sobre estas ideas
contribuye a crear un irracional sentimiento de inseguridad y desamparo (esta
estrategia ya la vienen desarrollando de manera persistente los grandes medios
de comunicación, ¡en uno de los países más seguro del continente y
probablemente del mundo!).
Pero la
presencia del fascismo supone siempre un accionar dirigido a provocar este
clima de caos que genere las condiciones para dividir artificialmente, “verticalizar” la sociedad, entre los que
provocan el “caos” y los que quieren
el “orden” y sobre un clima de
irracionalidad imponer la contradicción caos-orden. Los grupos de provocadores, los aparatos paramilitares,
los escuadrones de la muerte, que actúan en la sombra son inherentes al
fascismo como instrumentos encargados de crear la atmósfera de caos. A través de provocaciones, acciones
violentas, se intenta confundir a la ciudadanía difundiendo que las mismas
fueron realizadas por las organizaciones sindicales, los estudiantes, la
izquierda, etc., para aislar a estos sectores de las masas populares para
reprimirlas o eliminarlas. O llevar a
sectores del movimiento popular o de la izquierda al terreno del “golpe por golpe”, el caos y el descaecimiento
de la democracia. Este es, finalmente,
el escenario propicio para el golpe fascista.
Este es el conocido y típico accionar del fascismo.
No se trata
de falsas alarmas, pero, menos aún, de ser irresponsable. ¿En qué momento de la escalada nos
encontramos? El partido fascista ya
existe. Y, ¿Qué significan los
intentos de crear alarma sobre supuestos posibles fraudes electorales? ¡En Uruguay, ni más ni menos! En la misma media mañana del mismísimo 24 de
noviembre comenzaron a difundirse mensajes y comentarios confusos sobre
disturbios en algunas zonas de Montevideo.
No sería responsable tratarlos como hechos casuales, ingenuos. Quizás estén ensayando las primeras pruebas,
a ver que pasa… Son particularmente
interesantes las referencias a posibles fraudes. Obsérvese, se repetiría la receta: Venezuela,
Bolivia, etc. ¿Casualidad? o repetición
a pie juntillas del manual elaborado por la CIA y puesto a la moda para
consumar lo que algunos analistas han calificado como un nuevo tipo de golpe de
estado. Lo cual es absolutamente
verosímil si tenemos en cuenta que en su época el nazismo proclamaba
abiertamente que llegaba para sustituir a la democracia liberal, que era un
sistema político débil para defenderse de sus “enemigos”. Cuando tocó la
hora del fascismo en América Latina, el mismo estaba absolutamente
desprestigiado ante los pueblos, por lo cual, nuestras dictaduras no se
proclamaron como un régimen sustitutivo de la democracia, sino que llegaban
para defenderla. Ante el rechazo de
nuestros pueblos a las dictaduras y la profundización de su conciencia
democrática, los golpes de estado actuales se producen, ¡curiosamente! para
defender a la democracia de los “corruptos”
y los “fraudes electorales” de
gobiernos electos democráticamente.
Aquí también
se puede detectar la demagogia fascista.
“Cabildo Abierto” hace referencia a la patria, al nacionalismo, a los
valores y tradiciones de forma insistente.
Sin embargo, se trata de un nacionalismo local, estrecho, anti-latinoamericanista. En tanto, no son más que un instrumento
servil de la contraofensiva yanqui contra los pueblos hermanos y contra su
propio pueblo.
Las ideas
reaccionarias, el oscurantismo irracional, el anticomunismo cerril, la servil
subordinación a la estrategia yanqui para el dominio y esclavización del
continente, en fin, su absoluta reacción contra la democracia la delata el
panfleto fascista publicado en la revista “Nación” y difundido por el Centro
Militar, presidido por Silva Valiente integrante de “Cabildo Abierto”.
“Este
domingo culminará el proceso de redención de los derechos y valores del pueblo
oriental, heridos, socavados, despreciados por quince años de asonada
frenteamplista”.
Para el panfleto
fascista los derechos y valores del “pueblo
oriental” heridos han de ser la libertad y el derecho a impedir y perseguir
la organización de los trabajadores o los estudiantes; la libertad y el derecho
de hacer trabajar a los trabajadores rurales 16 horas diarias y que las
trabajadoras domésticas trabajen sin protección ni derecho alguno; la libertad
y el derecho de los empresarios a fijar salarios y condiciones laborales a su
antojo; la libertad de enajenar a la mujer el control sobre su cuerpo; la libertad
y el derecho a la discriminación racial y la negación a la reparación de siglos
de explotación y opresión; la discriminación nacional y exclusión de los
hermanos inmigrantes herederos del crisol de razas y nacionalidades que
formaron nuestro pueblo, etc. Pero
estos no son los valores y derechos “heridos”
del pueblo oriental. Sólo son los
derechos y valores de la rosca financiera, de una recalcitrante minoría de
nuestra sociedad con mucho poder y de los fascistas.
Y,
naturalmente, el panfleto fascista no pierde la ocasión para reafirmar su odio
más sagrado: a la clase obrera y la organización sindical, a los estudiantes y
la cultura, al marxismo y, por supuesto, a los comunistas:
“Pero
también será el inicio de un compromiso en favor de la restauración de los
vínculos que desde siempre unieron a los uruguayos y que la larga prédica y práxis
del marxismo casi pone al borde de la irredimible bancarrota”
Aquí está el
caos que nos llevará al abismo e incluso:
“…el intento claro de destruir la familia
tradicional, la voluntad por envilecer las relaciones sociales en base al
resentimiento y las divisiones artificiales, …”
O sea, todo
puesto de cabeza con el objetivo de oscurecer la conciencia de los
pueblos. Se trata de negar las
verdaderas contradicciones sociales, las contradicciones e intereses de las
clases sociales; es decir, la horizontalización real de la sociedad,
considerándolos “artificiales” y
productos del “resentimiento”, para
poner en su lugar contradicciones, estas sí “artificiales”, del tipo caos-orden. Esto expresa la necesidad del fascismo de
establecer en la conciencia del pueblo la verticalización artificial de la
sociedad sobre contradicciones falsas (“nacionales-foráneos”,
“orden-subversión”, etc.).
Más adelante,
dando muestras de su carácter apátrida y su servilismo a la estrategia
norteamericano repiten como loros los ataques a los puntos neurálgicos de la
contraofensiva yanqui sobre “nuestra
América”:
“Los
oscuros manejos de una política exterior corrupta y obsecuente dictada desde La
Habana y financiada con el dinero sucio de la corrupción venezolana.”
Estos siervos
nostálgicos sueñan con el maloliente panamericanismo, ¡nada de latinoamericanismo!
Y, por
supuesto, los fascistas no pueden esconder su papel reaccionario y contra
revolucionario en la historia y la irracionalidad inherente a dicho papel, por
eso terminan el panfleto exteriorizando su odio más profundo. Así, los hospitales se habrían convertido en:
“…cajas
de financiamiento de los inmorales dirigentes comunistas”.
“El
marxismo debe empezar a ser definitivamente extirpado del horizonte de nuestro
destino nacional”.
“Para
terminar definitivamente con las muchas dolencias que nos habrá de dejar esa
terrible pesadilla llamada Frente Amplio”.
Aquí estamos
ante otro ingrediente inherente e imprescindible del fascismo: oscurecer, por
medio del caos y el miedo que provoca, la conciencia de las masas llevándolas
al punto de la irracionalidad y la creación de la necesidad de un “salvador”.
Pero de esto
se encarga Domenech. Cuando Domenech
dice que después de doscientos años (el demagogo se está refiriendo a Artigas
que está en las antípodas de su pensamiento) la mano de dios nos dio al hombre
destinado a “salvar” la patria; el
irracionalismo propio del fascismo. Y
el círculo se cierra con la aparición necesaria e irracional de el “salvador”. Y para no dar lugar a vaguedad alguna
Domenech es claro: el “salvador” es Manini Ríos.
Volvamos al
principio. El compañero Ruben Yáñez
enseñaba que el fascismo no llega al poder de golpe, requiere una escalada
regresiva que cree las condiciones para su ascensión y usurpación exitosa del
poder. Cuanto antes se detecte y se
tome conciencia a nivel popular de la amenaza que se cierne sobre el pueblo y
la democracia más fácil será evitar su éxito.
Estamos a tiempo, aún son una minoría.
En este proceso el fascismo necesita crear un clima de caos para
oscurecer el carácter horizontal de clases de las contradicciones sociales y
sustituirla por contradicciones artificiales que verticaliza la sociedad. De esta manera impone la contradicción
caos-orden, para imponer este clima se utilizan dos mecanismos fundamentales:
la mentira, tiene los medios para difundirla (Goebbels decía que una mentira
repetida mil veces adquiere el carácter de verdad) y la creación de aparatos
paramilitares y de provocaciones. El
caso clásico de la utilización de esos aparatos en la historia fue el incendio
del Parlamento alemán por los nazis en 1932 y la acusación inmediata a los
comunistas, lo que le permitía a Hitler asumir el poder absoluto en
1932-33. En nuestro país el fusilamiento
de los comunistas en 1972 buscaba cumplir el mismo efecto, que se correspondiera
en el mismo terreno para eliminar al Partido Comunista. Sin embargo, en lugar de caer en el golpe
por golpe, el PCU y el pueblo uruguayo convirtió el entierro de los compañeros
en un multitudinario acto de masas.
¿Qué busca el
fascismo con estas acciones? Llevar al movimiento popular y a las fuerzas
democráticas a este terreno creando el clima de caos en la sociedad y de esta
manera destruir la democracia y masacrar a los pueblos. ¿Cuál debe ser la
respuesta de los demócratas, de los antifascistas? La denuncia y conciencia popular, la
organización y la movilización de las masas, siempre la respuesta de las masas
organizadas para aislar al fascismo.
Si el
fascismo logra instalar este clima el siguiente paso es promover la
irracionalidad y encontrar al culpable (en el caso de la Alemania hitleriana
los sindicatos, los comunistas y los judíos).
En la versión uruguaya del siglo XXI los culpables serían: el PIT-CNT,
el Frente Amplio, y la praxis del marxismo.
Finalmente,
la salvación ante el abismo es la aparición de un “salvador” (el Fhurer, el Duce, el Generalísimo Franco, ¿Manini
Ríos? Para alcanzar este momento les es
imprescindible haber generado un clima de irracionalidad absoluta. Y en
ese sentido, la afirmación de Domenech también tiene su antecedente en nuestro
pasado reciente. Por ejemplo, cuando
Raumar Jude afirmó: “Yo estoy con Pacheco, porque Pacheco es
Pacheco y nada más que Pacheco”.
Es decir,
estamos una vez más ante el fascismo. Y
se explica, porque la hora de la política yanqui para nuestro continente es la
contraofensiva antipopular, antidemocrática y contra-revolucionaria. Entonces, vuelven a recurrir a sus “buenos
hijos de perra” como ellos
llaman a los ejecutores de estas políticas.
Lo último que se puede hacer, lo más ingenuo políticamente e
imperdonable es creer que estamos ante unos locos sueltos. ¡NO! Estamos ante fascistas sostenidos por
fuerzas muy poderosas. No se trata de
paralizarnos, sino de denunciar y crear conciencia a nivel de nuestro
pueblo. Defender la democracia y aislar
al fascismo del apoyo de las masas, no dejarlo crecer.
Ante esta
situación, la política del movimiento popular y de la izquierda debe ser clara,
movilizar y negociar. Enfrentar al
nuevo gobierno y luchar contra las medidas que hagan retroceder los derechos
conquistados y contra los intentos de retrotraernos a las políticas
neoliberales. Pero al mismo tiempo,
tendremos que estar atentos ante la nueva coyuntura. Sería un gravísimo error y una política
infantil confundir a las expresiones políticas de la burguesía liberal
(especialmente los Partidos Tradicionales), con el fascismo. Si se trata de la lucha contra el fascismo y
en defensa de la democracia el campo de las convergencias se amplia y si hay
voluntad política y decisión de las fuerzas democráticas incluidas, por
supuesto, el resto de la “coalición multicolor”, en la lucha de impedir el
ascenso del fascismo el movimiento popular y la izquierda deben ampliar su
campo de alianzas siempre que sea posible.
Comprendiendo la dialéctica de amplitud-profundidad.
Brecht
llamaba a los pueblos a estar alertas, apenas finalizada la segunda guerra
mundial, porque “la perra que parió a la bestia parda está otra vez en celo”.
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