viernes, 3 de julio de 2020

Con la "Pandemia"..."A DESREGULAR, a DESREGULAR"

DEL CORONAVIRUS A LA DESREGULACIÓN LABORAL    -     Por Aldo Scarpa -   5 de abril de2020

   ¿Recuerdan a Nazim Hikmet?  El poeta turco cuya vida transcurrió entre la cárcel y el exilio.  Su poema “La muerte” termina así:

 “Un gran poeta persa, dijo: la muerte es justa.

 Con igual majestad hiere al pobre y al Sha.

Hakim: ¿De qué se asombra usted?

                                                             ¿Nunca oyó hablar de un Sha que murió de un

                                                                                                                                                 porrazo

trabajando en el puerto?

Un gran poeta persa, dijo: la muerte es justa. 

Y Akup, querido viejo:

 ¡Qué lindo queda usted cuando se ríe!

 Nunca lo vi reírse de tal manera

 en vida.

Pero, aguarden un poco, a que termine.

Un gran poeta persa, dijo: la muerte es justa.

¡Deje ese frasco, Ahmed Djemil

 no se enoje en balde. Sé lo que va a decir:

que para que la muerte sea justa

 es preciso que la vida sea justa.

 El gran poeta persa

¿Por qué amigos, por qué me dejan sólo,

 tan sólo? 

¿Para donde se van?”

   Hikmet aborda la cuestión de la vida de los pobres en una sociedad dividida en clases sociales, ni siquiera la muerte es justa entre ricos y pobres pues la vida no lo fue.  Por eso sus amigos muertos convocados por él a su celda lo abandonan cuando él, insistiendo con el poeta persa, olvida esta verdad.

   Para el distraído, hoy la pandemia nos iguala a todos.  Pero el coronavirus y sus consecuencias tampoco es justo.  Y, en este sentido, el engaño más grande ha de ser convocar a una armonía absoluta, acrítica e irreal, basada en un nacionalismo local, prejuicioso y reaccionario.  En todo caso, si algo reclama la hora de la humanidad es el internacionalismo de los pueblos.

   Pero tanto más cuestionable resulta esta armonía en cuanto el gobierno y los grandes medios están jugando ya sus cartas, no tanto pensando en las consecuencias inmediatas de la pandemia, como en el país post-emergencia sanitaria.  Y los primeros pasos del gobierno, sin contar algunas medidas de corte demagógico, enseñan que no será el criterio de la justicia social el que ha de regir la política sanitaria. ¡La vida de los uruguayos tampoco será justa en esta ocasión!

   Cuando escuchamos las conferencias de prensa del gobierno si uno no viviera aquí, quedaríamos con la idea de vivir en un territorio habitado por una masa homogénea de individuos pertenecientes a una especie de gran “clase media”.  Aquí no habría ni grandes riquezas ni salarios desorbitantes (que no son evidentemente, los de ochenta mil pesos).  No quiere decir que, por principio sea inaceptable un cierto descuento a estos salarios en situaciones extraordinarias y agotadas otras fuentes de financiamiento.  Es decir, el problema está en lo que no se hace, en aquellos salarios que no se tocan o que se descuentan proporciones irrisorias.  Pero es cierto, en Uruguay se puede hablar de salarios de 15, 30, 45, 60 u 80 mil pesos, hay diferencias sin duda, pero hay cierta lógica cuantitativa; en realidad ninguno supera por lejos una canasta familiar. La cuestión es que en el país hay salarios mucho, muchísimo más altos y aquí la cantidad se transforma en nueva calidad.  Más allá de medidas demagógicas, ¿dónde está la justicia?  Más aún, cuando todos sabemos que hay quienes hace mucho, pero mucho tiempo, que vienen perdiendo mientras unos pocos siguen ganando.

   Pero, lo más sorprendente es que cuando en las conferencias de prensa, algunos periodistas preguntan a los representantes del gobierno por otros sectores sociales a los cuales se podría (debería), imponer importantes contribuciones, éstos no atinan a encontrar a estas clases, retornan porfiadamente a las relaciones salariales.  ¡En Uruguay no hay relaciones de propiedad!   ¡Las grandes riquezas y los enormes beneficios no existen!  Hemos alcanzado una originalidad que difícilmente otros puedan emular: ¡ser la primera sociedad capitalista en la cual se esfumó la burguesía!

   El cinismo adquiere ribetes impensados, no sólo por parte de representantes del gobierno, sino también de los grandes medios, “opinólogos” de todo tipo, de amigables y alegres “tertulianos”.  Lo que nuestra terquedad y torpeza no nos permite comprender, es que en realidad la burguesía criolla ya contribuyó: mandaron a los trabajadores al seguro de paro, ¡y no los despidieron!  ¡Vean y reconozcan ingratos!  ¡Qué altruismo!   ¿Y qué otra cosa podían hacer?  ¡De estúpidos no tienen nada!   ¿En qué situación ponían a su propio gobierno si no tomaban esa medida?  ¿Iban a despedir a todos los trabajadores del país? Y en plena pandemia; ¿qué situación social y política se hubiera creado en el país?

   Ahora, ante semejante esfuerzo; ¿alguien puede pensar en su sano juicio que, a esta pobre gente, siempre tan predispuesta a asumir las pérdidas y compartir las ganancias, les queda margen para que le saquen más?

   Conmovidos por esta “gran empresa nacional” no faltan voces argumentando que el descuento a los funcionarios públicos y la situación general de los trabajadores uruguayos, se compensa con esta “entrega desinteresada” del gran capital criollo y partiendo de esta peculiar forma de concebir las relaciones de clase en la sociedad, concluyen: “¡así quedó todo equilibrado!” “¡vivimos en el mejor de los mundos!”, diría Pangloss: ¡se hizo justicia!  “¡La vida es justa!”.   “El gran poeta persa” tenía razón, en todo caso, la muerte por el coronavirus “será justa”.

   Pero la cuestión no queda acá.  El gobierno ha dicho que determinados sectores podrían realizar “contribuciones voluntarias” (eufemismo aparte, la burguesía criolla).  No vayamos a creer que a cambio de evasión de impuestos, publicidad u otras artimañas, impensadas en tan selecta clase social.  Es probable que el país esté a punto de alcanzar otro record inigualable: nuestra burguesía realizará sustanciosas “contribuciones voluntarias desinteresadas” *, trabajo voluntario, seremos testigos de los primeros “sábados rojos” de los capitalistas.

 Sin embargo, nada de esto es lo peor.   Lo peor es lo que perfilan para el futuro, el país que preparan para después de la pandemia.  Si se presta atención a los grandes medios, se comprobará fácilmente por donde aparecen los puntos principales para esconder las reales contradicciones y atacar y dividir al movimiento popular.   Ya han detectado las causas de todos los males del país, la fuerza precursora de su crisis y estancamiento: los funcionarios públicos y sus “inauditos privilegios”.   Y a coro cacarean atrás la misma cantinela todo tipo de “opinólogos”, tan difundidos como superficiales.   No es un ataque a los funcionarios públicos, sino al conjunto de los trabajadores y al pueblo en general, procurando avanzar lo más posible en la desregulación laboral sobre la base del “sentido común” dominante, con su característica potencial de alienación.   En este sentido, el objetivo no son los funcionarios públicos, ellos son el contenido del arma propagandística, el objetivo real es el empeoramiento de las condiciones de vida de las masas populares.  

   Se trata una vez más de la verticalización artificial de la sociedad mediante la imposición de contradicciones falsas, para enfrentar a trabajadores contra trabajadores, mientras, la burguesía entreguista y servil en la cúspide de la pirámide social se mantiene cohesionada y con absoluta conciencia de quienes son sus enemigos.   En este caso la falsa contradicción es: trabajadores públicos vs. trabajadores privados.

   La hipocresía, la impunidad y la impudicia es tal, que declaran sin descaro: en tanto los funcionarios públicos gozan de “enormes privilegios”, los mismos deben ser abolidos.  ¡Esto es justicia!, ahora ninguno tiene privilegios, empeoró la situación de todos, a los trabajadores privados se le habrá alejado por décadas la posibilidad de reclamar con éxito los antiguos “privilegios” de sus hermanos de clase y mejorará la tasa de explotación y de ganancia; esta es la conciencia del burgués.   El carácter de clase reaccionario, anti obrero de pie a cabeza de esta posición se comprueba en que, en lugar de suprimir “privilegios”, nunca se propone ampliarlos al conjunto de la clase trabajadora.

   Observemos más de cerca este punto de vista y comprobemos la irracionalidad del mismo; precisamente para los intereses de la clase obrera y su contenido altamente alienante; ¿cuál sería uno o el más codiciado “privilegio” de los funcionarios públicos?  Sin duda, el no poder ser despedido.  En cierto sentido, esto es cierto, pero no es una verdad absoluta, hay causas por las que sí pueden ser despedidos.   Ahora bien, el despido es un “derecho” (en este caso sí un privilegio del que poco se habla) de los burgueses.   ¿Es acaso un derecho de los trabajadores?  ¡No!, es un drama para los trabajadores y su familia.   Por el contrario, lo que sí es un derecho de las personas, ni más ni menos que la educación, la salud, la vivienda etc., es el trabajo.  Y no sólo el trabajo circunstancial, inestable, sino el trabajo seguro y estable.  El derecho a tener una vida segura, de poder pensar y planificar el futuro sin la amenaza permanente de la desocupación; este no es un “privilegio”, es un derecho inalienable de la persona.  El punto de vista contrario es el del capitalista y el trabajador que se hace eco del mismo es un producto de la alienación. 

   Más aún, hay un problema práctico, diríamos inmediato para las condiciones de los trabajadores, mucho más con las dimensiones del mercado interno del Uruguay.   ¿Qué condiciones sociales se crearían en Uruguay, en el marco de una crisis como la del 2002 o con las consecuencias de las políticas del gobierno multicolor, si los gobiernos pudieran despedir funcionarios públicos? ¿En qué grado empeoraría la situación de los trabajadores, por la caída de los salarios ante el aumento del índice de desocupación y el consiguiente aumento de la oferta de fuerza de trabajo, que el mercado sería absolutamente incapaz de absorber?  

   Las clases dominantes y la derecha política trabajan sobre el “sentido común” superficial y apto para incrementar el grado de explotación de los trabajadores.  De esta manera se contrabandea en la cabeza de las clases subalternas la ideología burguesa, sus dogmas y preceptos, al tipo de mi libertad y mis derechos se terminan, tienen su límite, en la libertad y el derecho de otro.  Y esto es absolutamente cierto, pero lo es sólo para los intereses de la burguesía.   El burgués lo es en tanto es propietario del capital.   Por lo cual esta propiedad debe ser un límite respecto al otro, el otro ve limitado sus derechos y su libertad; el otro es en primer lugar, las masas desposeídas.   Pero, también lo son los otros burgueses en tanto, mediante la competencia “los burgueses se devoran entre sí como perros”.

   Esto, nada tiene que ver con los intereses de los trabajadores asalariados y de las masas populares en general, sean públicos, privados o lo que fueran.   La conciencia de clase, el punto de vista de los trabajadores es exactamente el contrario: mi libertad y mis derechos se garantizan y se desarrollan en la libertad y los derechos del otro, de mis iguales, de mis compañeros.   Capital que pierde un capitalista lo gana y concentra otro capitalista, pero derechos y libertades que pierde un sector de la clase obrera, más tarde o más temprano, lo pierde toda la clase.

   Estos días se cuestionó por los grandes medios a los trabajadores públicos, se atacó al PIT-CNT invocando un nacionalismo entre “ingenuo” e hipócrita de rancio tufillo burgués, a los “sindicalistas que creen tener potestades para exigir sentarse a negociar con un gobierno que fue electo por la mayoría de la ciudadanía”, etc.   En esta dirección caminan con el poncho de la emergencia sanitaria que vamos a ver hasta donde los cobija de las consecuencias políticas de los “tarifazos”, y aumento impositivo por vía indirecta, el manejo del dólar y otras joyitas.   Ellos ya están prefigurando el país post crisis sanitaria.   La aplicación del programa de gobierno que ya era negativo para los trabajadores y los sectores populares en general (aumento del costo de vida, recorte del gasto público, intento de limitar los alcances de la negociación colectiva y consejos de salarios, desmonopolización, privatizaciones), con la excusa de las consecuencias de la crisis del coronavirus agudizará en sus aspectos más retrógrados.

   La unidad, la organización, la movilización y la lucha política-ideológica serán fundamentales para frenar la reestructura reaccionaria de nuestra sociedad.

   *) Como la reciente “generosa” contribución del sector agro exportador de 100 millones de dólares, pertenecientes a las arcas del estado.  (esta noticia fue conocida después de haber sido escrito este artículo)

ALDO SCARPA MERCANT    -   5 DE ABRIL DE 2020

  

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