Montevideo, República Oriental del Uruguay
DE
COMO EL FASCISMO DEVORA AL LIBERALISMO
Por Aldo Scarpa - 20 de junio de 2020
Al finalizar la primera guerra
mundial las potencias vencedoras, la “Entente” (Francia, Inglaterra y Rusia;
hacia la finalización de la contienda se concreta la intervención directa
norteamericana), imponen al bloque derrotado, la Triple Alianza” (Alemania, el
imperio Austro-Húngaro e Italia), una paz humillante a través del Tratado de
Versalles.
Sobre las potencias derrotadas
recayó el costo de la guerra mediante el pago de indemnizaciones; las potencias
vencedoras despojaron a las perdedoras de sus posesiones territoriales
extranjeras y, en una clara política revanchista aprovecharon la ocasión para
recuperar sus posesiones perdidas; el imperio Austro-Húngaro desapareció, a
Alemania e Italia se le impusieron durísimas limitaciones para su rearme.
Si la guerra fue imperialista,
reaccionaria y antidemocrática, la “paz” impuesta por las potencias
“occidentales” no hizo más que profundizar estas características, preparar las
condiciones para el conflicto siguiente.
Lenin decía, que aquella guerra preparaba la próxima, que iba a
destruir y matar más que su predecesora.
La política de la Entente creó el caldo de
cultivo óptimo para el surgimiento del fascismo y el nazismo ítalo-alemán. Las clases dominantes de estos países y
particularmente los sectores más imperialistas y reaccionarios de las mismas,
aprovecharon la humillación de Versalles para azuzar los sentimientos
ultranacionalistas y ultra reaccionarios en sus pueblos, en un contexto de
derrota político-militar y de profunda crisis social y económica. Aprovecharon estas circunstancias para
promover una política internacional imperialista y revanchista, para lanzarse
nuevamente a una conflagración mundial por el reparto del mundo.
Sin embargo, las
responsabilidades de las potencias vencedoras no quedan
allí. El oportunismo económico, ideológico,
político e incluso ético de las llamadas “potencias liberales” fue mucho más
lejos. No sólo que ellas mismas no
cumplieron y violaron las definiciones de Versalles, sino que, por temor o por
oportunismo político o por ambas razones, dejaron el camino abierto para que el
nazi-fascismo avanzara en direcciones que podían servir a sus intereses en política
internacional. Tal lo que atestigua el
pacto de Locarno en 1925, ámbito en el cual las “potencias liberales” acordaron
con Alemania las fronteras occidentales, pero nada se establecía sobre las
fronteras orientales donde al influjo de la revolución Soviética avanzaba el
socialismo.
Estas potencias evaluaron con
buenos ojos que la tarea en la que ellos fueron derrotados, “ahogar al niño en
la cuna”, derrotar a la naciente revolución rusa mediante la imposición de más
de tres años de intervención imperialista y de guerra civil, la cumpliera la
Alemania nazi. El avance alemán hacia
oriente, por donde avanzaba la revolución rusa,
fue muy tentador para dichas potencias.
Paso tras paso, el
liberalismo fue haciendo concesiones cada vez más importantes al
nazi-fascismo. Libre avance en Europa, África,
etc. y admitir la intervención nazi-fascista en la guerra civil española contra
la República. No tomar nunca en serio la propuesta soviética
de crear un sistema de seguridad colectivo (negativa que no puede justificarse
ni siquiera arguyendo los errores y horrores de dimensiones contrarrevolucionarias
de Stalin). Hasta llegar a la entrega
definitiva en el “Pacto de Munich”.
Pero, también en el campo
económico primó la ambigüedad y el oportunismo en la política del
liberalismo. Más allá de las
resoluciones de Versalles las “potencias liberales” no dudaron en violar las
mismas. Permitieron el rearme alemán cuando este permitía el reembolso de
jugosas ganancias mediante el desarrollo de la industria bélica, la venta de
armas, la reactivación de la industria, la disminución del paro, durante los
años veinte y, en particular, cuando la aparente “prosperidad” norteamericana
de aquellos años devino crisis mundial en 1929.
Tampoco faltaron las “visitas”
a Hitler, los viajes a Italia, ya desde los primeros años veinte, de banqueros
norteamericanos, de los magnates del capital internacional; los “reyes” del
parasitario y siniestro capital financiero.
Una historiografía bastante
benévola explica esta política, estas concesiones al nazi-fascismo de las
“potencias liberales”; por el temor de las mismas, tras la experiencia de
1914-1918, al estallido de una nueva contienda mundial. La “ingenuidad” de creer que haciendo
concesiones al fascismo puede satisfacerse su voracidad. Otra
historiografía más crítica, sostiene que las llamadas potencias “liberales y
democráticas”, ante el ejemplo y la influencia creciente de la revolución rusa
y el avance de las luchas antimperialistas y socialistas, no vacilaron en jugar
las fichas al “trabajo sucio” del nazi-fascismo.
Sin embargo, ¡buen susto se llevaron!
El fascismo no se satisface con “migajas”; ¡lo quiere todo! ¡Quiere apoderarse por completo del
botín! El fascismo se devoró a la
tendencia internacional de la democracia liberal. O casi se la devora. A no ser por el papel desempeñado por la
Unión Soviética en la guerra, no se sabe lo que hubiera ocurrido, ni cuanto
mayor hubiera sido el precio pagado por la humanidad. Bastaría recordar al respecto los
reconocimientos de hombres como Churchill, De Gaulle o Roosevelt, insospechados
de izquierdismo o comunismo.
Hacia fines del año pasado se
realizaron las elecciones nacionales en nuestro país. El bloque conservador, la democracia
liberal, a tono con las definiciones imperialistas para la región, se proponía
desplazar a la izquierda del gobierno, sea cual fuera el costo. Todos los Partidos y “Partiditos” Liberales
se unieron en “Santa Alianza”.
Sin embargo, ni siquiera esta suma indiscriminada “por la negativa”, les
alcanzaba para derrotar al Frente Amplio.
La “Santa Alianza Multicolor” necesitaba una nueva adición para cumplir
con los designios del “Tío Sam”; sumar el color “negro”. Una vez más el liberalismo cedió ante el
fascismo. Y, para el sistema
democrático el triunfo “multicolor” puede convertirse en una victoria pírrica.
Aún no hace cuatro meses de la
asunción del nuevo gobierno y el partido del fascismo “Cabildo Abierto”, ya ha
incomodado en varias ocasiones al gobierno multicolor. Todo parece indicar que esta será la tónica
del actual gobierno: una presión punzante, un picaneo constante del fascismo
sobre las tendencias liberales de la burguesía “criolla”.
Es cierto, Cabildo Abierto ha
llegado al parlamento con votos propios, pero expresa una notoria minoría de la
sociedad uruguaya. Sin embargo, mediante
la politiquería liberal y los compromisos sin arreglo a principios que la misma
provoca, Cabildo Abierto ha logrado acceder a resortes importantes del estado. Sin hablar ya de la influencia de muchos de
sus miembros sobre unas FFAA fascitizadas, que tras treinta y cinco años de
democracia no fueron verdaderamente democratizadas. Pero, además han ingresado al Mides, al
Ministerio de Salud, al Ministerio de Vivienda, a la Educación Pública. Es decir, organismos dedicados a la
asistencia social, a los derechos sociales, a los sectores más
vulnerables. Instrumentos aptos para el
desarrollo de la típica demagogia fascista respecto a las masas. ¿Control de la coerción más populismo? Un coctel devastador para la democracia en
manos de los fascistas.
Por supuesto, “Cabildo
Abierto” no va a promover la elevación de la conciencia de clase de los
trabajadores ni su organización independiente, ni la elevación de la cultura
democrática y libre de las masas populares.
Tampoco se comprometerá en la llamada “agenda de derechos”. Su proyecto es la subordinación de las masas
en relaciones de dependencia personal y el paternalismo. Del mismo modo que la apelación al artiguismo
no es más que el medio para engañar a las masas mientras se niega la esencia
democrática y revolucionaria del mismo.
Es la promoción de un nacionalismo local, estrecho y servil, en tanto se
condena la lucha de las clases subalternas y el latinoamericanismo.
El fascismo odia al movimiento
obrero, a las masas populares organizadas, a las fuerzas revolucionarias. Pero, el fascismo en su desarrollo no se
detiene en ellas, todo lo que huela a democracia será reprimido. Neoliberalismo, a pesar de sus concesiones,
no escapará a su acción depredadora, será devorado.
Las recientes declaraciones de
Bianchi no son expresión de una mente enferma, sino de la mente de un
fascista. Se inscriben en los primeros
pasos de la escalada regresiva fascista.
En ellas se ataca al movimiento sindical, a la izquierda, esto se
entiende fácilmente. Sin embargo, hay
un hecho al que se debe prestar atención: se lanza al desprestigio de los
propios políticos liberales. O sea, no
se trata sólo de emprender contra las fuerzas que luchan por la transformación
social, sino de la supresión de la misma democracia liberal. Las declaraciones van dirigidas a un
objetivo de mediano o largo aliento, como lo hicieron durante la época del
setenta: crear una atmósfera, un estado de ánimo a nivel de masas, los políticos
son corruptos, la política ineficaz, la democracia débil, concluyendo; para
proteger la democracia hay que suprimirla.
Ante los primeros indicios, de
esta nueva realidad política, ¡cuál sería la política más acertada del campo
popular? Todo parecería indicar: la lucha contra el proyecto
conservador de la “coalición multicolor”.
La movilización popular, el desarrollo de la unidad, la organización y
la conciencia política del pueblo.
Siempre que sea posible, la
dialéctica de amplitud y profundidad. No
caer en primitivismos, saber diferenciar entre la democracia liberal y el
fascismo. El liberalismo teme y cede
ante el fascismo, el fascismo lo devora.
Hay que intentar evitar esto, es el camino menos doloroso para el
pueblo. Y, simultáneamente y con el
mismo grado de importancia, el crecimiento y fortalecimiento del campo popular
y la izquierda.
Prof. ALDO SCARPA MERCANT -
20 de junio de 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario