viernes, 3 de julio de 2020

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Montevideo, República Oriental del Uruguay

DE COMO EL FASCISMO DEVORA AL LIBERALISMO
Por Aldo Scarpa  -   20 de junio de 2020
     
  Al finalizar la primera guerra mundial las potencias vencedoras, la “Entente” (Francia, Inglaterra y Rusia; hacia la finalización de la contienda se concreta la intervención directa norteamericana), imponen al bloque derrotado, la Triple Alianza” (Alemania, el imperio Austro-Húngaro e Italia), una paz humillante a través del Tratado de Versalles.
    
   Sobre las potencias derrotadas recayó el costo de la guerra mediante el pago de indemnizaciones; las potencias vencedoras despojaron a las perdedoras de sus posesiones territoriales extranjeras y, en una clara política revanchista aprovecharon la ocasión para recuperar sus posesiones perdidas; el imperio Austro-Húngaro desapareció, a Alemania e Italia se le impusieron durísimas limitaciones para su rearme.
     
   Si la guerra fue imperialista, reaccionaria y antidemocrática, la “paz” impuesta por las potencias “occidentales” no hizo más que profundizar estas características, preparar las condiciones para el conflicto siguiente.   Lenin decía, que aquella guerra preparaba la próxima, que iba a destruir y matar más que su predecesora.
     
   La política de la Entente creó el caldo de cultivo óptimo para el surgimiento del fascismo y el nazismo ítalo-alemán.  Las clases dominantes de estos países y particularmente los sectores más imperialistas y reaccionarios de las mismas, aprovecharon la humillación de Versalles para azuzar los sentimientos ultranacionalistas y ultra reaccionarios en sus pueblos, en un contexto de derrota político-militar y de profunda crisis social y económica.  Aprovecharon estas circunstancias para promover una política internacional imperialista y revanchista, para lanzarse nuevamente a una conflagración mundial por el reparto del mundo. 
   
    Sin embargo, las responsabilidades de las potencias vencedoras no quedan allí.   El oportunismo económico, ideológico, político e incluso ético de las llamadas “potencias liberales” fue mucho más lejos.   No sólo que ellas mismas no cumplieron y violaron las definiciones de Versalles, sino que, por temor o por oportunismo político o por ambas razones, dejaron el camino abierto para que el nazi-fascismo avanzara en direcciones que podían servir a sus intereses en política internacional.   Tal lo que atestigua el pacto de Locarno en 1925, ámbito en el cual las “potencias liberales” acordaron con Alemania las fronteras occidentales, pero nada se establecía sobre las fronteras orientales donde al influjo de la revolución Soviética avanzaba el socialismo.
    
    Estas potencias evaluaron con buenos ojos que la tarea en la que ellos fueron derrotados, “ahogar al niño en la cuna”, derrotar a la naciente revolución rusa mediante la imposición de más de tres años de intervención imperialista y de guerra civil, la cumpliera la Alemania nazi.   El avance alemán hacia oriente, por donde avanzaba la revolución rusa, fue muy tentador para dichas potencias.
     
    Paso tras paso, el liberalismo fue haciendo concesiones cada vez más importantes al nazi-fascismo.   Libre avance en Europa, África, etc. y admitir la intervención nazi-fascista en la guerra civil española contra la República.   No tomar nunca en serio la propuesta soviética de crear un sistema de seguridad colectivo (negativa que no puede justificarse ni siquiera arguyendo los errores y horrores de dimensiones contrarrevolucionarias de Stalin).   Hasta llegar a la entrega definitiva en el “Pacto de Munich”.
    
    Pero, también en el campo económico primó la ambigüedad y el oportunismo en la política del liberalismo.   Más allá de las resoluciones de Versalles las “potencias liberales” no dudaron en violar las mismas. Permitieron el rearme alemán cuando este permitía el reembolso de jugosas ganancias mediante el desarrollo de la industria bélica, la venta de armas, la reactivación de la industria, la disminución del paro, durante los años veinte y, en particular, cuando la aparente “prosperidad” norteamericana de aquellos años devino crisis mundial en 1929.  
     
   Tampoco faltaron las “visitas” a Hitler, los viajes a Italia, ya desde los primeros años veinte, de banqueros norteamericanos, de los magnates del capital internacional; los “reyes” del parasitario y siniestro capital financiero.
     
   Una historiografía bastante benévola explica esta política, estas concesiones al nazi-fascismo de las “potencias liberales”; por el temor de las mismas, tras la experiencia de 1914-1918, al estallido de una nueva contienda mundial.   La “ingenuidad” de creer que haciendo concesiones al fascismo puede satisfacerse su voracidad.    Otra historiografía más crítica, sostiene que las llamadas potencias “liberales y democráticas”, ante el ejemplo y la influencia creciente de la revolución rusa y el avance de las luchas antimperialistas y socialistas, no vacilaron en jugar las fichas al “trabajo sucio” del nazi-fascismo.
    
    Sin embargo, ¡buen susto se llevaron! El fascismo no se satisface con “migajas”; ¡lo quiere todo!   ¡Quiere apoderarse por completo del botín!       El fascismo se devoró a la tendencia internacional de la democracia liberal.   O casi se la devora.  A no ser por el papel desempeñado por la Unión Soviética en la guerra, no se sabe lo que hubiera ocurrido, ni cuanto mayor hubiera sido el precio pagado por la humanidad.   Bastaría recordar al respecto los reconocimientos de hombres como Churchill, De Gaulle o Roosevelt, insospechados de izquierdismo o comunismo.
     
   Hacia fines del año pasado se realizaron las elecciones nacionales en nuestro país.   El bloque conservador, la democracia liberal, a tono con las definiciones imperialistas para la región, se proponía desplazar a la izquierda del gobierno, sea cual fuera el costo.   Todos los Partidos y “Partiditos” Liberales se unieron en “Santa Alianza”. 
    
    Sin embargo, ni siquiera esta suma indiscriminada “por la negativa”, les alcanzaba para derrotar al Frente Amplio.    La “Santa Alianza Multicolor” necesitaba una nueva adición para cumplir con los designios del “Tío Sam”; sumar el color “negro”.   Una vez más el liberalismo cedió ante el fascismo.   Y, para el sistema democrático el triunfo “multicolor” puede convertirse en una victoria pírrica.
     
   Aún no hace cuatro meses de la asunción del nuevo gobierno y el partido del fascismo “Cabildo Abierto”, ya ha incomodado en varias ocasiones al gobierno multicolor.  Todo parece indicar que esta será la tónica del actual gobierno: una presión punzante, un picaneo constante del fascismo sobre las tendencias liberales de la burguesía “criolla”.
     
   Es cierto, Cabildo Abierto ha llegado al parlamento con votos propios, pero expresa una notoria minoría de la sociedad uruguaya.   Sin embargo, mediante la politiquería liberal y los compromisos sin arreglo a principios que la misma provoca, Cabildo Abierto ha logrado acceder a resortes importantes del estado.   Sin hablar ya de la influencia de muchos de sus miembros sobre unas FFAA fascitizadas, que tras treinta y cinco años de democracia no fueron verdaderamente democratizadas.   Pero, además han ingresado al Mides, al Ministerio de Salud, al Ministerio de Vivienda, a la Educación Pública.   Es decir, organismos dedicados a la asistencia social, a los derechos sociales, a los sectores más vulnerables.   Instrumentos aptos para el desarrollo de la típica demagogia fascista respecto a las masas.   ¿Control de la coerción más populismo?  Un coctel devastador para la democracia en manos de los fascistas.
   
    Por supuesto, “Cabildo Abierto” no va a promover la elevación de la conciencia de clase de los trabajadores ni su organización independiente, ni la elevación de la cultura democrática y libre de las masas populares.   Tampoco se comprometerá en la llamada “agenda de derechos”.   Su proyecto es la subordinación de las masas en relaciones de dependencia personal y el paternalismo.   Del mismo modo que la apelación al artiguismo no es más que el medio para engañar a las masas mientras se niega la esencia democrática y revolucionaria del mismo.   Es la promoción de un nacionalismo local, estrecho y servil, en tanto se condena la lucha de las clases subalternas y el latinoamericanismo.
     
   El fascismo odia al movimiento obrero, a las masas populares organizadas, a las fuerzas revolucionarias.   Pero, el fascismo en su desarrollo no se detiene en ellas, todo lo que huela a democracia será reprimido.   Neoliberalismo, a pesar de sus concesiones, no escapará a su acción depredadora, será devorado.
    
    Las recientes declaraciones de Bianchi no son expresión de una mente enferma, sino de la mente de un fascista.   Se inscriben en los primeros pasos de la escalada regresiva fascista.   En ellas se ataca al movimiento sindical, a la izquierda, esto se entiende fácilmente.   Sin embargo, hay un hecho al que se debe prestar atención: se lanza al desprestigio de los propios políticos liberales.   O sea, no se trata sólo de emprender contra las fuerzas que luchan por la transformación social, sino de la supresión de la misma democracia liberal.   Las declaraciones van dirigidas a un objetivo de mediano o largo aliento, como lo hicieron durante la época del setenta: crear una atmósfera, un estado de ánimo a nivel de masas, los políticos son corruptos, la política ineficaz, la democracia débil, concluyendo; para proteger la democracia hay que suprimirla.
     
   Ante los primeros indicios, de esta nueva realidad política, ¡cuál sería la política más acertada del campo popular?   Todo parecería indicar: la lucha contra el proyecto conservador de la “coalición multicolor”.   La movilización popular, el desarrollo de la unidad, la organización y la conciencia política del pueblo.
     
   Siempre que sea posible, la dialéctica de amplitud y profundidad.  No caer en primitivismos, saber diferenciar entre la democracia liberal y el fascismo.   El liberalismo teme y cede ante el fascismo, el fascismo lo devora.   Hay que intentar evitar esto, es el camino menos doloroso para el pueblo.   Y, simultáneamente y con el mismo grado de importancia, el crecimiento y fortalecimiento del campo popular y la izquierda.

Prof. ALDO SCARPA MERCANT   -     20 de junio de 2020


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